Hoy celebramos la fiesta de San Juan Bautista. Fue el niño que "saltó de gozo" en el seno de su madre, cuando María, a su vez encinta, visitó a su prima Isabel.
En medio de su austera vida, Juan no tuvo más que motivos para la alegría:
ALEGRÍA por saberse elegido como voz que anuncia al Mesías.
ALEGRÍA de ver a aquellas masas de gente sencilla, aunque
pecadora eso sí, que vienen a que los bautice arrepentidos de sus pecados.
ALEGRÍA al ver que de entre sus discípulos, algunos como Juan
y Andrés, y tal vez Pedro, se le van tras Jesús en busca de la verdad.
ALEGRÍA de no ser la luz que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo, sino de ser testigo de que ha empezado el alborear de un día nuevo,
grandioso y definitivo que vencerá toda tiniebla y oscuridad.
ALEGRÍA sincera, sencilla y humilde de saberse menor que Jesús
y de sentirse feliz en que Jesús crezca y él disminuya.
ALEGRÍA paradójica al ser encarcelado por proclamar y
defender la verdad ante Herodes.
ALEGRÍA también al dar al fin su vida por esa misma verdad.
Y UNA ALEGRÍA le quedaría por experimentar. Y es saber la gran
alabanza que Jesús hizo de él diciendo que era el más grande de los nacidos de
mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu colaboración